Muchas cosas que escribir, demasiadas ideas desordenadas y el tiempo aún sigue corriendo.
Por un lado estoy feliz, el mes que pensé que sería interminable en una pueblo de Texas pasó tan rápido como quise cuando me anunciaron el repentino viaje, volveré a ver a mis papás, primos, tías y abuelos y posiblemente también a mis amigos, la rutina de los toques inesperados de semana regresarán y el tesoro más preciado, Bahía será disfrutado como lo merece. Por otro lado, el lado opuesto de la moneda, estoy triste, cuarenta y tantos días se transformaron en cuarenta y tantos de horas, casi nada, dejo un idioma que lentamente me ha enamorado, la sensación de seguridad sobre protectora desaparecerá y lo más doloroso, el golpe que me remata, tengo que dejar atrás a mi hermano. Básicamente estoy de duelo.
No me puedo sucumbir a cualquier sentimiento, ambos se mantienen en un equilibrio mutuo perfecto que de vez en cuando se tambalea inclinándose mucho más a un lado que el otro. Una balanza sería la mejor representación para el momento, me explico.
En un platillo tenemos toda la felicidad que abunda sólo en pensar que volveré a ver a mi madre, abrazarla tan fuerte que me pedirá que la suelte un poco para respirar seguido de un resoplido agudo de aire, pegar la cabeza en el pecho de mi padre, oler esa característica colonia Polo mezclada con Hugo Boss y pedirle la bendición como es de costumbre, ser apurados mi hermana y yo para irnos rápido del aeropuerto y hablar todo el viaje subiendo a Caracas. Luego, ver a mi primo graduado, toda una dicha y orgullo, un título que se merecía desde hace varios años pero es el sistema el que dice cuando debe ser entregado, asimismo veré a mis cuatro galantes primas, una pequeña pero más energética que toda la familia junta y tres más grandes que yo donde la edad no importa, todos jóvenes al fin y al cabo; mis tíos, cada uno con su personalidad preguntándonos acerca de todo lo que vivimos del viaje, riéndonos y disfrutando de la fiesta por el logro de mi primo. Nada como la familia. Sumar todo esto a Bahía es una combinación fenomenal, algo que es digno de anhelar en cualquier lado, sin comparación alguna. Únicamente disfrute.
Ahora, en otro platillo tenemos la tristeza que representa dejar a mi hermano con esta soledad de pueblo donde nadie se conoce pero las puertas no las separa más de medio metro. Siento que lo estoy torturando al escribir lo bien que me voy a sentir de nuevo en Venezuela mientras que él está aquí con comida chatarra, polvo y aire acondicionado que hiela los huesos. Es injusta la distancia, nadie merece estar separado de su familia cuando se desea tanto convivir con ella. Los días volaron, cada vez más cortos con risas más fueres y duraderas, historias curiosas y regaños para la posteridad, recuerdos invaluables. Todo hecho una falsa ilusión de tiempo. No quiero pensar en como será el viernes pero me imagino la escena, el primero en llorar seré yo, seguido por mi hermana y mi hermano, todos sabiendo que un mes fue más que suficiente para acostumbrarnos a nuestras presencias y lo largo que serán los siguientes para volver a la rutina. Los abrazos fuertes, largos, húmedos y calurosos al mismo tiempo destrozarán todas las barreras de querer mantenerse firmes al no llorar, la frase que nos dirá antes de volver a verlo por última vez en este viaje y las largas despedidas. Ya tengo el corazón hecho añicos y los ojos junto a los lentes abarrotados de lágrimas; dicen que querer es poder, yo no quiero irme para no dejarlo sólo pero no puedo hacerlo. Como les dije a mis hermanos una vez en una de nuestras muchas conversaciones de cena, "No todas las frases aplican para cada situación". Esta es la situación a la que me refería, muchos factores influyen y la frase no se puede acoplar en su complejidad a la situación volviendo automáticamente su significado nulo. Supongo que mi consuelo será durante el vuelo un libro donde el protagonista tampoco sabe como afrontar su problema, el playlist titulado "El viaje de Nano, el enano" que en este caso se llamará "El viaje de Eruarito, el enanito", largas siestas si llego a pegar un ojo y la esperanza de llegar rápido a Caracas para poder jugar Call Of Duty en línea con él o skypear para preguntarle como le fue en ese viaje de regreso, aunque yo ya sé como habrá sido.
Al ya exponer ambos lados de la balanza queda claro como me encuentro tan arraigado a los dos. Sólo quiero decir que este fue el mejor viaje que he tenido y creo que las causas ya fueron expuestas.
Nano, este párrafo va dedicado sólo a ti.
Te voy a extrañar demasiado, las lágrimas que voy a derramar en el aeropuerto van a ser de tristeza, dura tristeza de no poder verte por cinco semanas cuando ya pasamos seis que jamás olvidaremos. Te quiero hermano, se que estoy escribiendo como si nunca habláramos pero tienes que entender lo difícil que es para mi que ya no estés todos los días conmigo allá en Caracas y ahora yo no podré estar todos días contigo en Texas, siempre voy a entender que es para con tu futuro y tu buena vida que estés aquí en Estados Unidos. Siempre recuerda, en Caracas habrá un cuarto esperando a que entres y me abraces, ten por seguro que la cama estará tendida y que dejaré de poner la ropa encima de ella, esta vez me limitaré a usar la escalera. Cuando nos veamos en Los Ángeles puede ser que no llore pero si lo hago esa vez las lágrimas serán de felicidad por volver a verte tan feliz y barbudo con tu super v en el cuello. Ahora lo interesante, busca bien en la habitación, pequeñas partes de mi están ahí, sólo tienes que ser astuto. Para ser justos te daré unas pistas, atento: Nuestro tema favorito de cenas, "¡Es mi turno! ¿Son dos rondas?", mesa, 29, Nintendo y Samsung. Te quiero gafito.
Nos vemos dentro de poco.